Sobre la mujer a la que le crecieron alas
Sobre
la mujer a la que le crecieron alas
Songo –
La Maya, 10 oct.- Hoy les contaré sobre una mujer. Una mujer auténticamente
songuera que tiene la palabra vivir como premisa de existencia. Duela de un
nombre único como su ser es Remberta de la Concepción Miravet Suárez. Frisa los
55 años, tiene arrugas, canas y dos hijos envidiables. La vida le llevó muchas
cosas pero también le regaló un don de pocos: el de escribir con gracia lo que
imagina.
Se hace
llamar Berta porque asegura que el otro es un nombre que sabe Dios de donde lo
sacó Neri, ni que pensaba cuando la trajo al mundo el 4 de febrero de 1951. Habla
muy alto, a su decir, no puede regular el volumen. Es dicharachera y en su voz
la más pesada mala palabra cae ligera y se acomoda.
Criticona,
solidaria, detallista, hermana, sincerísima, compañera, así es ella. Una rara
combinación que encontré por azar y a tantos años tengo a mano. Es, a pesar de
los celos generalizados, como una segunda madre para mí y me ha acompañado en
los mejores y peores momentos.
La
recuerdo a mi lado cuando di a luz, cuando mis padres en distintos momentos
estuvieron muy enfermos, cuando por poco no hago el cuento, cuando se presentó
mi libro y en cada concurso o sencilla actividad.
Así,
poco a poco, comenzó a escribir, le picó el bichito de la creación: narrativa
infantil y de adultos y la poesía. En poco más de cuatro años acumula varios
premios y reconocimientos en Eventos municipales y provinciales y también por
derecho es miembro del Taller Literario Provincial de Santiago de Cuba.
A esta
mujer la vida le quitó mucho pero la compensó: le crecieron alas. Acumula sus
textos y piensa en un proyecto de libro. Cuando le advierto sobre editoriales y
editores me contesta como solo ella sabe – Los editores ¿meterse conmigo? Remberta de la Concepción Miravet Suárez
crece, se hace grande y pienso en cuanta gente debería despertar a la vida como
ella lo hace, pienso también en la suerte de vivir a su sombra.
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