El amor en los tiempos del ébola
Parafraseándolo,
así, utilizando esas palabras que recuerdan una de las mejores novelas en la
historia de la literatura. Hoy pienso, el ébola es como la muerte, rápida y letal,
no se parece al amor, no lo alcanza. El amor dista, el amor suda, te llena de
saliva, se conquista con fluidos y definitivamente esa advenediza nada quiere
saber del tema. En este minuto tengo sueño y amo en los tiempos del ébola y me
alegro de vivir en Cuba con los mosquitos y el dengue y el chikungunya y todas
las dificultades. El amor que no se parece al ébola termina cediendo al encanto
del transporte del ferroviario. Hace algún tiempo publiqué un poema titulado “De
los trenes, sus estremecimientos y la química” hoy lo regalo nuevamente.
Primero porque amo intensamente, segundo porque ratifiqué que es verdad y
tercero porque el amor sentencia ser un viajero, mira que cosa, prefiere los
trenes que morirse reventado, prefiere estremecerse a no dar su saliva y su
sudor. Espero que lo disfruten.
De
los trenes, sus estremecimientos y la química.
Igual a un tren que pasa,
al aire que empuja y
arrasa con estos deseos,
como los cinco metros
angustiosos que nos separan,
la prudencia que me detiene
y el deseo que me empuja, es
así.
Una carrera loca de las
hormonas y del hambre del cuerpo
Pura química, amor, ecuación
soluble pero con la condición exacta de ser inversamente proporcional
Lo que te dé en versos me lo
darás en saliva,
lo que me des de agonía te lo regresaré en felaciones,
los orgasmos que me
arranques le costarán a tu espalda
Todo te lo devolveré en pura
química mientras dure el paso de ese tren que mueve las piedras
mientras sea esta sacudida,
el silbido estremecedor que lo anuncia,
el metal que lo sostiene y
el sonido de su paso.
Todo podrá suceder
mientras no sea una visión lejana rodando por
la línea,
aullando en el horizonte.
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