Las colas

Foto de Yasser Landazuri
¿Y qué sería del cubano sin colas? Bueno, creo que nada en realidad. Las colas son como el piropo, como el ajiaco, como un sabroso trago de cerveza: necesario y genético. Y las colas en Songo La Maya sí que suenan. Conozco a un hombre quien en su decir manifiesta que las colas son lo mejor que ha inventado el hombre después de las mulatas, claro. En su opinión en ellas socializamos, nada mejor que el calor humano, el sudor, el empujarse. Además, aprendemos algunos vocablos que te encienden las orejas y mejoramos la vista. ¿Te ha sucedido alguna vez encontrar en la calle a un conocido y no saludarlo? Seguro que sí, son cosas que suceden, pero si después lo encuentras en los primeros lugares de la cola lo saludas con efusividad, le preguntas cómo están por casa, la salud, el trabajo y después le dices, mano, échame una mano anda. Sí, igualmente eso me hace pensar en las guaguas. Seguramente te has fijado en los ruteros que salen y entran del poblado cabecera ¿verdad?, pero también viste que los que reciben ese servicio no hacen cola y se empujan sin distinción de nivel escolar. Y que conste que no estoy diciendo que el que estudie menos empuja más. No, solo llamo la atención sobre el hecho de que existe una contradicción ¿dialéctica? Que profesores, obreros calificados y médicos, entre muchas otras profesiones no importan a la hora de subirse a la guagua. Y no es el hecho de subir sino el premio mayor: un asiento. Sentarse implica jerarquía y esta se consigue al precio que sea necesario. Da lo mismo pisotear, empujar, ofender. Sí mis amigos, las colas, esas eternas amigas de los cubanos, no solo nos hace socializar sino también en muchas ocasiones contribuir a la mala educación de las nuevas generaciones, darles las pautas necesarias para que luego, más allá de las colas lamentemos lo perdida que anda la juventud.

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