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Mostrando entradas de noviembre, 2013

De los trenes, sus estremecimientos y la química.

Igual a un tren que pasa, al   aire que empuja   y   arrasa con estos deseos, como los cinco metros angustiosos que nos separan, la guerra que es este duelo,   la prudencia que me detiene y el deseo que me empuja, es así. Una carrera loca de las hormonas y del hambre del cuerpo Pura química, amor, ecuación soluble pero con la condición exacta de ser inversamente proporcional Lo que te dé en versos me lo darás en saliva, lo que me des de agonía   te lo regresaré   en felaciones, los orgasmos que me arranques le costarán a tu espalda Todo te lo devolveré en pura química mientras dure el paso de ese tren que mueve las piedras mientras sea esta sacudida,   el silbido estremecedor que lo anuncia, el metal que lo sostiene y el sonido de su paso. Todo podrá suceder   mientras no sea una visión lejana rodando por la línea,   aullando en el horizonte.

La fuga de José Jacinto Milanés

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Dicen que murió de amor, callado, muerto de pasión por su prima Isa. Poeta al fin, romántico, entregó su vida a la pasión aunque vale comenzar por el principio. Vino al mundo en la provincia de Matanzas, en una familia pobre y numerosa, algo que no le permitió hacer estudios profundos. No obstante se introdujo en el fascinante mundo de la literatura y de su mano, con los años,   se vieron obras como El Conde Alarcos, salida de las tertulias de Domingo y que arrancó aplausos y buena crítica. Fue Domingo del Monte precisamente quien lo guió y lo prefirió a Heredia porque aunque defectuoso en la técnica, personal y distinto en su lirismo era apasionadamente romántico, saturado de melancolía y de ternura idílica. Si ya no vuelves, ¿a quién confío mi amor oculto, mi desvarío, mis ilusiones que vierten miel, cuando me quede mirando al río, y a la alta luna que brilla en él? Así como la tórtola él también se fugó. Se perdió en 1863, en noviembre, en esta fecha José Jacinto Mi...

Imágenes nuestras

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Belkis Ayón desciende las escaleras del cuerpo de Eduard Encina

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Como un fruto de oscuridad y dulzura así estaba llena de su gran muerte, tan nueva que ella nada comprendía RILKE A   dónde iremos cuando las palabras   pierdan esa música veloz que las oprime y el pájaro sea la misma reiteración del ojo el mismo dolor del ojo en la mano que desangra el cuerpo de la isla. Belkis Ayón es una mujer que vuelve en las tardes de mayo cuando el agua borra la ciudad vacía sacude los senos para que escapen esos seres desnudos y también vacíos que habitan en una mujer que vuelve en todo caso la promesa no será volver ni sacarnos el susto la preñez del silencio en todo caso será asumir el ojo indescifrable la eterna mirada de las cosas perdidas. A dónde iremos si el camino es una farsa Una prolongación servil de la impotencia Belkis Ayón desciende las escaleras del cuerpo Calcada amanece en el papel con la sonrisa de cuando era feliz Con todo y sus grises Ahora nadie podrá detenerla Nadie puede dete...