La fuga de José Jacinto Milanés



Dicen que murió de amor, callado, muerto de pasión por su prima Isa. Poeta al fin, romántico, entregó su vida a la pasión aunque vale comenzar por el principio.
Vino al mundo en la provincia de Matanzas, en una familia pobre y numerosa, algo que no le permitió hacer estudios profundos. No obstante se introdujo en el fascinante mundo de la literatura y de su mano, con los años,  se vieron obras como El Conde Alarcos, salida de las tertulias de Domingo y que arrancó aplausos y buena crítica.
Fue Domingo del Monte precisamente quien lo guió y lo prefirió a Heredia porque aunque defectuoso en la técnica, personal y distinto en su lirismo era apasionadamente romántico, saturado de melancolía y de ternura idílica.
Si ya no vuelves, ¿a quién confío mi amor oculto, mi desvarío, mis ilusiones que vierten miel, cuando me quede mirando al río, y a la alta luna que brilla en él?
Así como la tórtola él también se fugó. Se perdió en 1863, en noviembre, en esta fecha José Jacinto Milanés y tal como lo predijo: ¨Inconsolable, triste y marchita, me iré muriendo, pues en mi cuita
mi confidenta me abandonó. ¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,
que al monte ha ido y allá quedó!

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