La triste muerte del muerto
Esta tarde particularmente diferente he pensado en un muerto (mi asesor diría que sobra el mente aunque la mente haga estos intentos) Muerto de la peor forma, de olvido, este esqueleto cuando todavía estaba lleno de carnes mancilló mi honor frente al mar. Debo confesar que el honor era poco y la sal mucha, que mi falda era corta y el viento la levantó sin ninguna dificultad. Eso sucedió aquella noche cuando contorsioné como china y la osa menor titilaba, fija del otro lado.
Es cierto también que el diente de perro puede dañar la piel. Ese esqueleto repleto de carnes putrefactas y con el corazón extra-falario resbaló entre mis piernas y luego no vi sus ojos, ni su nariz, solo quedó un mechoncito ralo de cabello como el pubis de una adolescente. Este muerto, vivo solo en estas letras, lo perdió todo después de arrancarme el último gemido y así tras varios segundos solo puede ver su cadavérico cadáver muerto, no respiraba, no dijo nunca una palabra más. Y yo me pregunto qué me ha hecho recordar esos instantes, si la tarde en particular (ya corregida), si mi falda tan corta al viento o el muerto en peso sobre mi memoria.
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