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Mostrando entradas de octubre, 2020

La simpleza de las cosas

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  Cosas tan simples como la ausencia, cosas terribles como la espera, como el sol en los ojos, un destello que marca el dolor y las manos. Cosas tan simples como un poema, unos versos que zanjen la brecha de los mares, Correr a la inocencia de los años donde fui más feliz, al menos lo parecía. Una piedra, una silla, un reloj, un golpe seco, tu silueta dibujada La vida es una puta tardía con el sol en los ojos.

Auto de fe

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  Ya no visito a Cristo los domingos Solo me siento a recitar palabras perdidas, me entretengo en un no pensar constante. Mando postalitas, corazones, escribo poemas que los otros aplauden y quizás nunca lleguen a poemas verdaderos. El cuerpo se adapta a esta nueva lumbre, a esta perdición del ser, a esta locura sin fin. Ya no visito a Cristo los domingos, pero siento su voz quebrada en mi conciencia ¿o será en mi fe? Todo lo observo, todo lo miro con mis grandes ojos que envejecen Tengo una raíz, una mesilla, un amor lejano y palpable Pero no tengo a Cristo, lo abandoné los domingos, allí se quedó solo, También me envía corazones, postalitas y poemas, Poemas que aplauden entendidos y jurados Mientras yo solo escucho, la voz apagada y quieta, Llamando sin respuesta.    

Plegaria

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Los días se suceden unos a otros. Se han convertido en la espera de los abrazos tras la puerta y el cerrojo, que viene a ser un golpe seco y detonador de las ansias. Suave, como el leve canto de los días, cambias el ritmo y trastocas los hábitos de esta mansedumbre carcomida por la espera. Los caminos y los versos se sacuden, se desempolvan ante tus ojos que sonríen y se dan en cada encuentro.    No te pierdas tanto, no te ciegues, los fantasmas no pueden dañarnos, solo dame tu beso en el ocaso, que la noche duerma con sus sueños. Dame tu otra vida, la otredad, como la llamaría el poeta. Hazlo así para que nadie lo note, para que nadie perciba que me estallas en todo el cuerpo y que no caiga la máscara, que los relojes no avisen, que no llegue el cansancio porque si sucede, seremos solo hojas caídas, un recuerdo de esta emoción que se agiganta, que no cesa de crecer como las sombras.  

Pretexto

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  Escribir un poema es en verdad cosa seria. Hacerlo implica una dosis de entrega, porción del alma en el papel. Así nace el texto, del ojo que vio, del corazón que se movió, del pensamiento vertiginoso que atrapó la imagen, la dibujó, la aprisionó y le dio vida. En este por ejemplo, puedo disfrazarte. Escribo y la gente cree que hablo de cosas lógicas y hermosas, cuando en realidad, todo lo hermoso y lógico eres tú, que impulsas el lápiz, que marcas el trazo definitivo de estas verdades.

Si me pudieras querer

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   La muerte no puede llevarse las canciones. La muerte, la gran igualadora, al decir de muchos, no tiene permiso para el olvido. Ignacio Villa, Bola de Nieve, pianista, compositor, cantante y sobre todo, símbolo de cubanía, murió un día como hoy. Las caricaturas no exageran su bemba y ausencia de belleza, pero tampoco puede ninguna dejarnos ver el hombre tras el piano, tras la hoja, tras la interpretación. La música no fue su primera pasión, pero por necesidad tuvo que dedicarse a ella, creo que nunca pudo arrepentirse. Su apodo controversial al color de su piel, actuaciones junto   a grandes artistas como Rita Montaner, Lecuona, Conchita Piquer, Esther Borja y Libertad Lamarque, entre muchos otros, todo le auguró una vida exitosa. América Latina, Estados Unidos, Europa, Rusia, China, Corea, fueron escenarios pisados por Bola. Imagínate a un negro de Guanabacoa, de familia pobre actuando en los principales teatros de México. Su talento y frescura escénica le ga...