Plegaria
Los días se suceden unos a otros. Se han convertido en la espera de los abrazos tras la puerta y el cerrojo, que viene a ser un golpe seco y detonador de las ansias. Suave, como el leve canto de los días, cambias el ritmo y trastocas los hábitos de esta mansedumbre carcomida por la espera. Los caminos y los versos se sacuden, se desempolvan ante tus ojos que sonríen y se dan en cada encuentro.
No
te pierdas tanto, no te ciegues, los fantasmas no pueden dañarnos, solo dame tu
beso en el ocaso, que la noche duerma con sus sueños. Dame tu otra vida, la
otredad, como la llamaría el poeta. Hazlo así para que nadie lo note, para que
nadie perciba que me estallas en todo el cuerpo y que no caiga la máscara, que
los relojes no avisen, que no llegue el cansancio porque si sucede, seremos solo
hojas caídas, un recuerdo de esta emoción que se agiganta, que no cesa de
crecer como las sombras.
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