Crónicas matanceras (II)



La ciudad de Matanzas, la Atenas de Cuba, no es una ciudad bonita. Vieja sí, pero hermosa no, al menos comparada con Santiago de Cuba. Igual puedes recorrer muchos sitios interesantes que te asombran. Caminé hasta el cansancio por sus calles y hubo sitios que no pasé por alto, el primero fue Tirry 81. Allí vive Carilda Oliver Labra, estuve muy cerca suyo, casi pude sentir su respiración, pero su dama de compañía partió mis ilusiones al anunciar que solo con permiso de su esposo podría efectuarse el encuentro porque se recupera de una fractura de cadera. Esa foto hubiese hecho mi viaje perfecto, pero no se pudo, tuve que conformarme con un close up de su fachada. Los vecinos me atendieron amablemente y cuando dije mi propósito me alertaron lo difícil de la empresa, más difícil que un parto, dijeron y lo imagino porque traer a mi hijo al mundo fue terrible. Tirry arriba y aparece el puente más famoso, de 18.. y tantos, seguí por la Plaza de la Vigía, La esquina del medio, el Museo Farmacéutico que conserva el laboratorio más antiguo de tiempos de la colonia, el Teatro Sauto y José Jacinto Milanés a quien mi suegra le cortó la cabeza en un afán por captar la fecha en que vivió. Las tiendas estaban cerradas así que también tuve que conformarme con el asomo a algunas vidrieras con alertas de rebajas de precio y un sabrosísimo helado que nada le envidia al Tentación de los rápidos. Una tarde calurosa, no así su gente que parece ajena, con esa vida tan de ciudad, tan distinta y privada. El batido de trigo es excelente, justo en su punto y los biscochos ni contarles, muestra de ello son las dos libras que gané en apenas una semana. Matanzas puede ser adictiva aunque no sea como mi Santiago y le debo como Carilda, el azul de su Bahía. Sin más dilación, el testimonio gráfico.












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