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Mostrando entradas de 2014

Las colas

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Foto de Yasser Landazuri ¿Y qué sería del cubano sin colas? Bueno, creo que nada en realidad. Las colas son como el piropo, como el ajiaco, como un sabroso trago de cerveza : n ecesario y genético. Y las colas en Songo L a M aya sí que suenan. Conozco a un hombre quien en su decir manifiesta que las colas son lo mejor que ha inventado el hombre después de las mulatas, claro. En su opinión en ellas socializamos, nada mejor que el calor humano, el sudor, el empujarse. Además, aprendemos algunos vocablos que te encienden las orejas y mejoramos la vista. ¿Te ha sucedido alguna vez encontrar en la calle a un conocido y no saludarlo? Seguro que sí , son cosas que suceden, pero si después lo encuentras en los primeros lugares de la cola lo saludas con efusividad, le preguntas cómo están por casa, la salud, el trabajo y después le dices, mano, échame una mano anda. Sí, igualmente es o me hace pensar en las guaguas. Seguramente te has fijado en los ruteros que salen y entran del poblado ca...

La credibilidad

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Foto de Yasser Landazuri Hacernos creíbles es por estos días palabra de orden. En casa, mientras hacemos esa larga carrera que es ser padres tenemos que ser creíbles . Por ejemplo c uando les decimos : si sacas buenas notas te llevaremos de paseo a Baracoa. Y las notas llegan y son buenas pero no cumplimos. Y así pasa con es a promesa porque no hay dinero y con otra porque no tengo tiempo y con otra porque estoy muy cansado y al final qué sucede, se ncillo: dejamos de ser creíbles ¿De qué nos sirve dar sermones un día tras otros y a veces hasta amenazarlos cuando hacen algo incorrecto si al final no cumplimos nuestras promesas? Y fíjense que no hablo de que sea correcto el castigar y menos golpear a nuestros hijos. Hablo sencillamente de ser creíbles, de cumplir lo que prometemos. Pero si esta situación no te cae como traje te puedo mencionar otra. En muchas ocasiones, en esas reuniones en el centro de trabajo, esas que a veces queremos evitar a toda costa, algunos directivo...

Sobre la mujer a la que le crecieron alas

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Sobre la mujer a la que le crecieron alas Songo – La Maya, 10 oct.- Hoy les contaré sobre una mujer. Una mujer auténticamente songuera que tiene la palabra vivir como premisa de existencia. Duela de un nombre único como su ser es Remberta de la Concepción Miravet Suárez. Frisa los 55 años, tiene arrugas, canas y dos hijos envidiables. La vida le llevó muchas cosas pero también le regaló un don de pocos: el de escribir con gracia lo que imagina. Se hace llamar Berta porque asegura que el otro es un nombre que sabe Dios de donde lo sacó Neri, ni que pensaba cuando la trajo al mundo el 4 de febrero de 1951. Habla muy alto, a su decir, no puede regular el volumen. Es dicharachera y en su voz la más pesada mala palabra cae ligera y se acomoda. Criticona, solidaria, detallista, hermana, sincerísima, compañera, así es ella. Una rara combinación que encontré por azar y a tantos años tengo a mano. Es, a pesar de los celos generalizados, como una segunda madre para mí y me ha acompa...

El amor en los tiempos del ébola

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Parafraseándolo, así, utilizando esas palabras que recuerdan una de las mejores novelas en la historia de la literatura. Hoy pienso, el ébola es como la muerte, rápida y letal, no se parece al amor, no lo alcanza. El amor dista, el amor suda, te llena de saliva, se conquista con fluidos y definitivamente esa advenediza nada quiere saber del tema. En este minuto tengo sueño y amo en los tiempos del ébola y me alegro de vivir en Cuba con los mosquitos y el dengue y el chikungunya y todas las dificultades. El amor que no se parece al ébola termina cediendo al encanto del transporte del ferroviario. Hace algún tiempo publiqué un poema titulado “De los trenes, sus estremecimientos y la química” hoy lo regalo nuevamente. Primero porque amo intensamente, segundo porque ratifiqué que es verdad y tercero porque el amor sentencia ser un viajero, mira que cosa, prefiere los trenes que morirse reventado, prefiere estremecerse a no dar su saliva y su sudor. Espero que lo disfruten. De los tr...

Lo que el viento no pudo llevarse

Algo se llevó aquel viento, algo de confianza, de fe. Y viéndolo así como se ven las cosas cotidianas quizás fue el mal tiempo, la poca lluvia o este cloquear de los huesos que no me abandona. Lo cierto es que sin asombro algo de mi me se perdió. Se fueron algunos versos, los amigos, los falsos y es cierto, me quedé un poco sola con la piel quebrada y el pecho partido a golpes. Pero aunque mucho se llevó aquel viento, mucho me dejó: amparo, saliva, hueco, abrazo. Cuando el mundo me dio la espalda, cuando solo estábamos yo y mi soledad y mi rabia contenida   ahí estuvo esa sombra haciéndose mía, sosteniéndome. Cuando los perros escupieron mis pasos, levemente me sostuvo. Ahora el mundo sigue y otros vientos han soplado. No recupero lo perdido y no me importa. Salvo lo que tengo, lo que he ganado y con eso me alcanza, me basta para medir todo ese sol naciendo en mí, naciendo.

Tu paz

Para escribir estos versos me aferro a tu paz, extasis profundo. Es tarde y afuera los grillos y maleantes hacen su parte. Yo aquí profundamente despierta – sola me engarzo al papel y a la memoria donde te guardo. Podré morir mañana, es cierto, podré morir del corazón, de los pulmones o de esa rabia sorda que a veces me domina, pero me salvará tu paz, esa quietud que entregas a deshoras y que retengo fuerte como soplo de vida