A mi madre

Madre: Hoy llegaste con ese paso lento y recordé tu pelo negro de aquellos días cuando me arrullabas el sueño y tus manos parecían brillantes. Cierta vez en aquel cerro me ofreciste tu aguamarina y la perdí como se pierden los sueños, sin darnos cuenta. Lo he recordado mientras te observo. Esta tarde te ofrecí una sopa amasada con esfuerzo y sonreíste porque lo más importante dices, es amarnos largamente. Hablaste de la muerte y parecías una niña a la espera de un regaño. No temas, madre, la muerte es ligera. Yo la miré a los ojos y más que muerte es un sueño. Regresé para contarte: no duele, no pesa, es un susto impreciso, una luz que pocos han podido decir. Hoy llegaste con ese paso lento que te dejan los días y me sobrecojo porque el tiempo se agota y tus manos ya no brillan como entonces. Me pregunto si mi hijo me verá así alguna vez, me pregunto cuántas otras tardes l...