Los locos de mi pueblo.
Toda vez que escribimos sobre alguien elegimos personas con
méritos, ganadores de concursos, trabajadores destacados. Pocas veces
nos acordamos de esos personajes, seres poco juiciosos, poco razonables o
sin razón alguna: locos al fin. Las calles de mi pueblo han albergado a
estos seres y bien que viene recordarlos un poco.
Me hablaron de Charles con su chimpán colorao( como en la canción del adivinador: es lo que pensaste mal pensador) . Dicen que hacía correr a las niñas que despavoridas gritaban mientras él se lo enseñaba a través de la cerca del huerto de la escuela.
Pabín era una loca etérea. Le contaba a todo el mundo que su novio venía en las noches por el aire y se la llevaba a pasear y de paso le hacía el amor, también en el aire.
A Charo Domínguez Téllez le molestaba tanto la suciedad que barría las calles de Songo. La basura la recogía para luego guardarla en un cuarto de su casa. Dicen que lo hermoso de su rostro contrastaba con la suciedad de sus batas y los huecos por donde asomaba todo lo que no debe verse.
Ataja era alto y fuerte. Andaba con una carretilla cargada de cosas inimaginables y cuando veía alguna muchacha que le gustara le decía: ¨Oye, atiende al hombre que está enamorao de ti. Te pone casa, carro y te pega un huevo.
Caballín es mi loco favorito. Alto, amable, cantaba tangos como Gardel e invitaba a cuanta dama resultara de su agrado a amancebarse y no precisamente con las palabras más bonitas. Las muchachas cruzaban la calle al verlo venir moviendo las manos con su mal de Parkinson, como si estuviera sosteniendo un cigarrillo entre el dedo índice y del medio.
Recuerdo que una vez dejé de verlo por un tiempo y al reencontrarlo me dijo: Mi amiga. No te veo ¿te fuiste de Songo? Yo lo miré y me habló (creí yo) tan lúcidamente que le contesté que sí, que me había casado y vivía en Santiago. Enseguida me contestó: Ah, entonces tú también estás echando una…. El resto no me atrevo a escribirlo.
A María la del barrio también le dicen la loca. Casi siempre anda descalza. No porque no tenga zapatos sino porque prefiere llevarlos en la mano. Se baña raramente, ni hablar del peine y los vestidos le quedan tan bien que ya quisieran muchas cuerdas lucir tanta elegancia.
Lo cierto es que todos, idos o por irse también forman parte de la historia. Y lo de estar locos es lo de menos. Sabemos lo que pensamos de ellos, pero nunca nos preguntamos qué piensan ellos de nosotros.
Las locuras son casi siempre tan hermosas que no vale la pena averiguar razones. Sino pregúntenle a Silvio por qué dijo aquello de que hay locuras que son poesía, hay locuras de un raro lugar. Hay locuras sin nombre, sin fecha, sin cura, que no vale la pena curar.
Me hablaron de Charles con su chimpán colorao( como en la canción del adivinador: es lo que pensaste mal pensador) . Dicen que hacía correr a las niñas que despavoridas gritaban mientras él se lo enseñaba a través de la cerca del huerto de la escuela.
Pabín era una loca etérea. Le contaba a todo el mundo que su novio venía en las noches por el aire y se la llevaba a pasear y de paso le hacía el amor, también en el aire.
A Charo Domínguez Téllez le molestaba tanto la suciedad que barría las calles de Songo. La basura la recogía para luego guardarla en un cuarto de su casa. Dicen que lo hermoso de su rostro contrastaba con la suciedad de sus batas y los huecos por donde asomaba todo lo que no debe verse.
Ataja era alto y fuerte. Andaba con una carretilla cargada de cosas inimaginables y cuando veía alguna muchacha que le gustara le decía: ¨Oye, atiende al hombre que está enamorao de ti. Te pone casa, carro y te pega un huevo.
Caballín es mi loco favorito. Alto, amable, cantaba tangos como Gardel e invitaba a cuanta dama resultara de su agrado a amancebarse y no precisamente con las palabras más bonitas. Las muchachas cruzaban la calle al verlo venir moviendo las manos con su mal de Parkinson, como si estuviera sosteniendo un cigarrillo entre el dedo índice y del medio.
Recuerdo que una vez dejé de verlo por un tiempo y al reencontrarlo me dijo: Mi amiga. No te veo ¿te fuiste de Songo? Yo lo miré y me habló (creí yo) tan lúcidamente que le contesté que sí, que me había casado y vivía en Santiago. Enseguida me contestó: Ah, entonces tú también estás echando una…. El resto no me atrevo a escribirlo.
A María la del barrio también le dicen la loca. Casi siempre anda descalza. No porque no tenga zapatos sino porque prefiere llevarlos en la mano. Se baña raramente, ni hablar del peine y los vestidos le quedan tan bien que ya quisieran muchas cuerdas lucir tanta elegancia.
Lo cierto es que todos, idos o por irse también forman parte de la historia. Y lo de estar locos es lo de menos. Sabemos lo que pensamos de ellos, pero nunca nos preguntamos qué piensan ellos de nosotros.
Las locuras son casi siempre tan hermosas que no vale la pena averiguar razones. Sino pregúntenle a Silvio por qué dijo aquello de que hay locuras que son poesía, hay locuras de un raro lugar. Hay locuras sin nombre, sin fecha, sin cura, que no vale la pena curar.
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